EL CASORIO INOLVIDABLE

 

El amor no tiene edad, por ende, nunca muere.  Ceremonia íntima y emotiva, los novios ingresaron al Templo al compás de la marcha nupcial de “Lohengrin” de Wagner.  Luego de oficiar la ceremonia, el sacerdote, amigo de los contrayentes, pidió un aplauso e inmediatamente el estruendo del batir de palmas se escuchó en toda la nave central.  Un entusiasta y ocurrente invitado propuso tirar bombas de estruendo en honor de la novia que a los 60 y tantos años abandonaba para siempre su ya prolongada soltería, pero fue inmediatamente disuadido. Otros querían hacer sonar la sirena de los bomberos, ocurrencia que tampoco prosperó.  Luego de la ceremonia, los novios y los invitados se dirigieron al salón de fiestas del club de jubilados “Los desesperados unidos” donde se llevaría a cabo el agasajo.

Durante el mismo se vivieron momentos emocionantes.  La concurrencia bailó sin parar éxitos musicales de los años 60, acorde con su edad.  Al finalizar la festichola, varios de ellos se quejaban de que les dolía todo (también quien los manda a hacerse los jopende).  Una turba de veteranas, amigas de ambos contrayentes, intentó durante una pausa de la reunión acosar a un jovencito veintiañero, sobrino de la novia, pero un enérgico y sonoro grito de la madre del muchacho logró disipar al grupete de desubicadas. Tanta es el hambre que los caníbales están a las puertas de Roma.

Llegado el momento de arrojar el ramo, la novia lo hizo.  La feliz ganadora de este resultó ser una soltera, vecina del novio desde la infancia, que logró su cometido meta empujones y codazos.  Hubo desazón entre las demás invitadas que se quedaron sin el botín, todas ellas viudas, solteras y separadas con bastante apuro.  No sufran chicas, ya les va a aparecer el gavilán de turno.

Antes del corte de la torta, la concurrencia femenina en edad de merecer, mayoritariamente sexagenaria y septuagenaria se acercó para tirar las cintitas.  Dada la inestabilidad motriz de algunas de ellas el piso más alto de la torta tambaleó y estuvo a punto de caer, claro que en esta situación también tuvo que ver la fuerza con la que empujaron (la vejez no viene sola y el alcohol ayuda también).

Una amiga de la novia organizó como regalo sorpresa un número de ballet folclórico con un conjunto de bailarines de la tercera edad, que resulto un   tanto monótono y denso, tanto es así que algunos invitados lisa y llanamente dormían a pata suelta.

Siendo ya una hora prudencial los novios se retiraron a pasar la noche de bodas en lugar desconocido. Al novio le regalaron un muñequito en forma de tigre y a la novia una muñeca símil odalisca. Como  souvenir a los invitados se les entregó una cucharita plateada, ignoramos el significado de este.

Los novios, pasada la noche de bodas, viajaron en crucero a las islas Galápagos, a mirar las tortugas gigantes.

 

 

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