IMPRESIONES 18
2 diciembre 2017. Salida a C.A.B.A. para ir a ver “Victoria y
Abdul” del director inglés Stephen Frears, con Judi Dench como la reina
Victoria. Día nada nublado, sin nada que
llame la atención. Almuerzo en
Starsbuck, viaje tranquilo, si Avenida de Mayo cortada por evento, desconozco cual. Mucho turista brasileño y japonés que sacan
fotos al local de la cafetería que está sobre Cerrito, que tiene aire de ser
antiguo con decoración de mármoles y barandas de hierro forjado y muebles
añosos de madera oscura más la iluminación con arañas de bronce. Hay una turista alemana entrevistando a un
caballero. Hay una señora vestida estilo
hindú que teje en la mesa grande y prepara un ovillo de lana blanca. Era temprano y en el cine Lorca seriamos 10 personas
solamente al comenzar la función. Una
señora sentada al lado mío que cuenta que vivió ocho años en la India y que le dijeron
que cuando se terminó de construir el Taj Mahal a los obreros que trabajaron
ahí le cortaron las manos para que así no divulgaran el plano de la obra y los
secretos de la construcción. Me crucé
con un travesti de civil. Veo bastante
gente sola por avenida Corrientes. La
película, que trata sobre el hecho real de la amistad de la reina Victoria en
su vejez con un servidor suyo que era hindú (por ese entonces la India era
colonia inglesa y la reina era Emperatriz de la India, titulo que se conservó
hasta 1949 con la independencia del país) y se llamaba Abdul, me gustó. Judi Dench impecable como la reina, el
príncipe de Gales, futuro rey Eduardo VII, queda muy mal parado, lo pintan como
un mal bicho. Moraleja de la
película: hay que respetar y tratar bien
a los otros, aunque no piensen como una y defender nuestras creencias con
fervor pero de buena manera. Me compré
el libro “El vicio impune” de Edgardo Cozarinsky, además no me podría haber
salido mejor: dos libros de Blas Matamoro sobre el Teatro Colón y Carlos Gardel
a $50 y $35, más baratos que una revista.
La fotografía de la película es muy buena, incluso hay una escena de
antología cuando a la reina se le ocurre ir de picnic en pleno invierno a las
colinas cercanas al castillo de Balmoral con viento y llovizna y con la
servidumbre cagando una mesa enorme más las sillas de finas maderas, todo para
tomar el five o clock tea.
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