IMPRESIONES 14

 

Tiara.  Tiara es Alsina y Maipú, la esquina emblemática de Banfield este, vereda de enfrente de otro emblema:  la farmacia Saibene, es la que disputa el podio de ser la esquina “más-más” a Maipú y Pueyrredón, con la Sagrada Familia, la farmacia Gispert y Cabrejas por si acaso.  En el local de Tiara otrora funcionó el Banco de Avellaneda, entidad hoy esfumada de la historia.

Tiara es así como un símbolo de decadencia, de algo o alguien que no termina de decaer.  Tiara me atrae y me echa a la vez.

Un día intenté plasmar en un poema esa sensación, pero no tuve éxito. 

De Tiara me echa atrás su falta de atractivo como local gastronómico, sus manteles bordó gastados y poco llamativos (yo los cambiaría por manteles rojos), su poco variado menú, algunos/as habitués rutinarios en demasía, poco sofisticados, su condición de vidriera de todo Banfield “…vas a Tiara y te ven todos y vos ves a todos” dijo una vez mi papá (la treinta y única que fue ahí de casualidad tan poco afín a los bares y confitería que era él).

Y por otra parte, lo que me atrae de Tiara es el salón amplio y luminoso que el mediodía y la tarde le prestan un cierto aire familiar como de living comedor de película argentina de los años 40 y 50, o telenovela de la hora de la merienda, o las ilustraciones de los libros de lectura de igual tiempo pasado, o de mis propias casas que fueron tres a lo largo de mi vida. Tiara siempre está venido a menos pero aún así gano la batalla por el liderazgo gastronómico y ha vencido a otras propuestas más modernas y gourmet como Bocatta, Cronopios (hoy Tienda de Café), la Cueva de Ruco, Café de la Pausa, Aurora (en un tiempo Havana en Maipú y Belgrano).  El secreto de esa vigencia no lo sé, la amplitud del salón, la familiaridad, o algún otro vericueto que no me fue revelado aún.  De las pocas veces que lo visité recuerdo en una mesa adyacente a la que yo me encontraba a una familia entreverada en una conversación sobre una herencia, otra vez recalé para almorzar tras realizar un trámite ya que la fiaca de un día lluvioso me quitaba las ganas de cocinar, por lo tanto ordené una suprema de pollo que luego de comerla me cayó como un adoquín.  De ese mediodía recuerdo a una señora con su nieta almorzando unos simples tostados mientras la dama en cuestión mandaba mensajes de texto a través de su celular sin darle bolilla a la criatura, en fin, cosas que ocurren…La última vez que estuve fue hace dos años me tomé un café al salir de la peluquería, nada parece haber cambiado.

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