ENSAYO DE UN FUNERAL
Ese 21 de diciembre no era precisamente
caluroso, si era un hermoso día con algo de viento que auguraba una nochebuena
y una navidad sin sobresaltos climáticos.
Ya eran más de las 19 hs. y el sol caía en el oeste, pero se mantenía
con fuerza inusitada su luz en ese solsticio de verano del hemisferio sur.
La anciana dama otrora figura directriz llegó
acompañada de su prima, su ahijado y su ciudadora, a la manera de sequito,
ansiosa por el homenaje en vida que no resultó como ella había deseado.
Al entrar, nada más dos profesoras estaban
presentes, quizá porque aún era temprano.
Se acercaron a saludarla, las monjas ni ahí, solo a las cansadas la
hermana ecónoma, para no quedar mal parada ante la homenajeada que a esta
altura no disimulaba su enojo, que a fin de cuentas tuvo que transformar en
orgullo, para escenificar su propia gloria en vida o el ensayo de su funeral.
Como adivinando su descontento su prima trato
de distraerla señalando y preguntando por la galería iluminada y le comentó:
-Esta galería no existía cuando yo era alumna.
-Bueno, la construyó la madre B.
Con esa escueta frase pareció recuperar su
fuerza en medio de una gélida recepción.
- Vení Gloria…llamó a su ama de llaves…que te
voy a contar la historia de este lugar.
Dicho esto inició la caminata del brazo de su servidora, que oído atento
no articulaba palabra, la prima las seguía con paso aminorado para ir a la par,
la ex alumna a su vez caminaba unos pasos más adelante y se detenía para
adecuarse a la lenta marcha del pequeño cortejo de vivientes (o sobrevivientes).
Continuó su monologo de fechas, lugares,
recuerdos, de los más lindos a los más tristes.
-Esto sucede en este pasillo, dijo a su
servidora, mientras señalaba placas recordatorias.
La ex alumna escuchó y se dio vuelta, continuó
su camino, las dejo con el relato que ya conocía. El asombro y la compunción eran visibles en
la prima y el mutismo gélido de la cuidadora acompañaba.
Con el tiempo ganado al darse vuelta, la ex
alumna pudo ver por la cerradura del patio de la Gruta que estaba cerrado las
baldosas nuevas que reemplazaban a las vetustas blancas y negras, y su memoria
la transportó al recuerdo del viejo piso que lleva a la puerta de entrada al
pasillo que conduce a la capilla con su arco de ¾ de punto cual ojiva. La luz que venía del oeste hacía al tiempo
detenerse como una eternidad, congelando recuerdos y fue en ese instante que la
alumna comprendió que ese ensayo de despedida ya era un ensayo de funeral.
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