REMEMBRANZAS

 Fue en julio de 2004 más precisamente el 14 de julio, en pleno receso escolar de invierno (las vacaciones de invierno que le dicen).  Había ido a la mañana casi mediodía de una jornada con sol pero con frío a Gruta de Lourdes a cobrar sueldo y aguinaldo.  Al salir de la escuela, cruzo la calle Guido y Spano en dirección a la remisería que estaba en la mano de enfrente, al lado de un kiosco que ya no está.  Precisamente al observar la vidriera de ese kiosco librería me detengo en un cartel de papel tipo fotocopia, en blanco y negro, que anunciaba una función de circo en el salon de actos de una escuela pública de las cercanías.  Aunque nunca fui afecta a ir al circo, tampoco mi familia lo era (salvo el Circo de Moscú o el circo de Marrone que eran verdaderos espectáculos) la visión del cartel disparó en mi una sensación semejante a la magdalena mojada en te a la cual hace referencia Marcel Proust en "A la búsqueda del tiempo perdido".  Fue como un flash.  La fantasía de un circo de barrio, que va a una escuela despertaba en mi un proyecto imaginario e imposible como tener un kiosco de barrio, o e una escuela o un bar, cuestión improbable para mi, pero fuente de miles de historias para narrar, imaginar y escribir.  

Volví a mi casa pensando en eso, porque las mejores historias que oido, imaginado, visto y escrito han sucedido en las inmediaciones de las escuelas de barrio, sobre todo cuando termina el turno tarde.

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