LOS ANGELES CAIDOS
Silencio
frío, helado,
silencio
El abismo de angustia
que se abre
una grieta
tan profunda
que no se divisa
el oscuro fondo.
Angustia, aleteando
silencio denso
angustia sólida
acédica, perezosa
matriz de todo pecado
Soberbia, cuan terrible
es lejos del Supremo Bien
situarse, del ansia por liberarse, condenarse.
Rumor de alas
brillos de espadas,
relámpagos cual
chasquidos de látigos
y más silencio, más angustia y más frío.
¡Quién como Dios!
se oye una voz,
una música casi
inaudible, dulce, indescriptible,
omnipresente surca y quiebra el
silencio de angustia.
Perpendiculares al abismo
cayeron, miríadas, las
dos terceras partes,
cómo el mármol de Bellver,
los grabados de Doré,
el anticredo de Carducci.
El absoluto mal,
inasible en su andar
ahoga y sigue
hasta que el fin del tiempo
sea su lápida, cuando
ya no haya más tiempo
anunciado al son de las trompetas.
NOTA: Este poema lo compuse a fines de 2002 o principios de 2003 para un concurso de poesía de tema católico que promovía la hojita de "El domingo", la que te reparten en Misa. No gané nada pero le puse manos a la obra y valió la pena.
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