CINEFILIA

 Mis primeras incursiones sola en el cine, porque no tenía quién mi hiciera pata de acuerdo a mis gustos, fueron en mi natal ciudad de Lomas de Zamora.  En esos años en que salía de mi adolescencia y entraba en la primera juventud, la tecnología recién podía brindar la tele o el vhs, el cine se seguía viendo en el cine.  Creo que la primera película que fui a ver sola en el cine Gran Lomas, hoy Bingo de la calle Meeks fue “The Wall” con Pink Floyd.  Este cine muy grande y lindo, funcional como todos los construidos en los años 50, o sea poco lujo pero mayor capacidad, gran pantalla, mejor sonido, butacas cómodas, refrigeración en verano y calefacción en invierno, que iban reemplazando el lujo de los palcos y arañas del San Martín de Banfield, ex Teatro Universal hoy Banco Nación y del teatro Coliseo en la calle España, que sigue activo con excelentes puestas de obras de teatro que hacen gira por el gran Buenos Aires, cuyo sonido no es el mejor pero va en camino.  Enfrente al Gran Lomas estaba el cine Avenida, del mismo estilo que el Coliseo, pero más largo que ancho, subsistió hasta bien entrados los años 90, y que hoy alberga a la sucursal del banco Macro.   

Cuando ya empecé el profesorado, los días miércoles, que la entrada valía la mitad, solía ir a la primera función y después me tomaba el colectivo hacia Adrogué.   

La primera vez que fui sola a un cine en el centro fue a principios de 1988, a ver “Casanova” de Fellini en la sala Lugones del Teatro San Martín, cuyo diseño de los años 60 me sigue fascinando aún.  La primera película de Bergman que vi en cine fue ·”El séptimo sello” en el cine Cosmos, ahora Cosmos UBA.  Esta sala se especializa en cine europeo al igual que el Lorca, en Corrientes y Talcahuano, en el cual me supe nutrir de cine polaco y japonés, y de otras naciones de Europa y Asia, previo almuerzo pizzeril en Banchero El BAMA cine hoy remodelado como Arte Lumiere y a la espera de reinaugurarse, también supo contenerme.   

El 7 de noviembre de 2015 fui al cine BAMA en CABA, a ver la película documental “Liv e Igmar”, interesante documental protagonizado por Liv Ullman relatando sus años de convivencia con el gran director sueco Igmar Bergman.   En un momento pensé que sería la única espectadora en una sala ya de por si pequeña pero grande fue mi sorpresa porque para esa función, la primera, ya había dos personas en la sala, dos señoras sesentonas, las funciones tempranas de cine siempre albergan personas solas. Esa tarde era llamativo ver mucha gente sola tanto hombres como mujeres, caminando por la calle Corrientes, tomando café u hojeando libros en las librerías.  Llegaron otras dos mujeres más, que no se separaban de sus celulares y un chico con un libro que empezó a hojear, luego dos señoras amigas que conversaban sin parar. Otra mujer llegó y comenzó a sacar  dibujos y bocetos de ropa femenina que corregía con liquid, otra mujer de largo cabello rubio llegó con una botella de líquido.   Entonces se apagaron las luces y comenzó la función:  una señora le preguntaba a otra de que trataba la película, la rubia comenzó una sesión de gimnasia apoyando sus piernas sobre la butaca una y otra vez como una rutina de pilates, o era el gym gratis o más barato porque en ese entonces la entrada al cine era de $60, otro detalle pintoresco observé cuando la señora que retocaba los dibujos al finalizar la película se restregaba los ojos como si hubiera trabajado durante la proyección con la oscuridad que le es propia. Desde marzo de ese año no iba al cine, a partir de ese día de noviembre tuve ganas de volver con todo, mientras garabateaba estos detalles en una servilleta del café La Paz.  

 

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